15 may 2017

La ingrata Inglaterra

Kiko Martínez
Kiko Martínez, camino del ring ante Josh Warrington
Dos de nuestros mejores boxeadores marchaban hacia tierras británicas para protagonizar complicados compromisos. Como si los hubiese fáciles a estos niveles. Pero las opciones de regresar con victoria no se sustentaban solo en ilusión y esperanza, como otras veces. Era muy realista pensar en una exitosa defensa europea de Ferino Rodríguez y en un triunfo contundente de Kiko Martínez. Pero lo que vimos fueron las dos formas más sufridas de perder.

Ferino dejó de ser campeón de Europa del peso wélter ante un duro Sam Eggington. El inglés llegaba con una racha de tres triunfos por la vía rápida, el último en marzo ante Paul Malignaggi. Con el apoyo de su gente y la convicción de estar muy próximo a disputar títulos mundiales, vencer al monarca canario era obligatorio. Dominó, mantuvo al técnico español a raya y, mano a mano, lo fue deteriorando.

Ferino no dio con la tecla. Su movilidad no fue sufienciente ante una atinada contra del de Birmingham. El susto vivido en su coronación europea, en aquél último asalto en el que casi fue noqueado por El Mousaoui -alguien que no destaca por su pegada-, hacía presagiar que, esta vez sí, el final se precipitaba. Dos manos de Eggington dejaron KO de pie a Ferino.

Otras dos, tan seguidas como innecesarias, mandaron al canario para casa. Los planes ingleses siguen su curso con mayor impulso. No fue la noche de Ferino. La calidad mostrada no dio para superar el empuje local. Toca recuperarse y aprender. Su camino todavía tiene muchos paisajes por contemplar. Sin ir muy lejos, hay rutas interesantes en casa. Alguna de ellas está señalizada en vasco.
Perder por KO siempre es duro. Así es este deporte. Pero hay otras vías que también pueden ser igual de lastimosas, si no más frustrantes. El invicto Josh Warrington quería usar el prestigio de Kiko Martínez como trampolín hacia la cima. El alicantino buscaba lo mismo, demostrando en un evento importante que sigue a nivel de campeón aunque no tenga cinturón. Y así lo hizo.

Con un estado de forma espectacular, manteniendo el mismo ritmo en todos los asaltos, Kiko fue inteligente. Presionó, trabajó el cuerpo de su rival y conectó las manos más duras del combate. Warrington capeaba el temporal con sus herramientas. Distancia, movilidad y las manos suficientes para animar al público y camelarse a los jueces. Fue un combate equilibrado en el que ninguno se llegó a imponer con rotundidad.

Y ya sabemos cómo suelen terminar este tipo de pleitos. Los jueces son más papistas que el papa y barren más para casa que el promotor de la velada. Les vino de cine que Kiko, pese a lucir como el más peligroso sobre el ring, no consiguiera derribar al púgil local. Un juez dio un digno empate. Los otros dos 116-112, puntuaciones “generosas” con Warrington. La historia de siempre.

Repugno el desidioso discurso del victimismo y el robo. Fue un combate igualado y el boxeo es un deporte de apreciación. Salvo KO que nos ilumine. Por lo que, siendo bien pensado, puedo entender que los jueces no viesen ganar a Kiko. Pero vistas algunas puntuaciones infladas, llega un momento en que pensar mal se hace inevitable. Una revancha -que nunca se hará- debería ser el próximo paso.

Santiago Rusiñol dijo que de todas las formas de engañar a los demás, la pose de seriedad es la que hace más estragos. Tras esos distinguidos organismos, promotoras y federaciones tan señoriales y vetustos que rápidamente pasan página a cada combate, se esconde un nulo interés por mejorar el deporte, su transparencia y honestidad. Acabar con ese estigma de “si peleas fuera, o noqueas, o te roban”, debería ser uno de sus objetivos primordiales.

Pero esta queja sobre las verdaderas prioridades de los que rigen el deporte es tan vieja como el propio boxeo. Tengo la sensación de que, así como encontramos este mundo, lo vamos a dejar. Pese a todo, Kiko ha mostrado una gran condición. El camino hacia su sueño de un segundo mundial debe seguir intacto. Ahora, ese propósito pasa por cumplir con su obligación como aspirante oficial al campeonato de Europa del peso pluma. Esperemos que la gallina de los huevos de oro no vuelva a ser desplumada.

   

8 may 2017

Mexicanos sin picante

La esperada 'Canelo vs Chávez Jr' es el claro ejemplo de la rentabilidad del morbo. Combate entre mexicanos con rivalidad acrecentada con los años y los kilos. Ambos se esforzaron en dar el peso para poder engordar sus bolsillos. Los aficionados esperábamos con curiosidad y emoción este pleito que terminó siendo un monólogo en el que nadie ganó. ¿Es exagerado afirmar esto?

Chávez Jr es el claro perdedor de este evento. Decepcionante. Tras una meticulosa preparación para dar con cierto margen un peso muy difícil de alcanzar para él -demostrando que cuando uno se rodea de profesionales y tiene la decisión y compromiso de conseguir un objetivo, se logra-, la pelea fue un completo desastre. Bien pareciera que lo único importante era subir a la báscula y no al ring.

Un Julio sin fluidez, mermado, sin energía. ¿Sobreentrenamiento? "Me ganó en al distancia y la velocidad. Me sentí un poco débil. No tiré todos los golpes que quería", afirmó el propio Chávez. Lucía como el estudiante que ha memorizado aprisa y corriendo un montón de lecciones y en el examen se queda en blanco. Tanteaba con suavidad, meditaba qué mano meter, movía poco la cadera y dudaba.

“Intenté hacer la pelea que Nacho me dijo, pero no estaba acostumbrado a ese estilo. Faltó tiempo. Vengo de pocas peleas. Mi padre me dijo que me soltara, que es lo que me faltó”. Ni el reputado entrenador Nacho Beristain escapará de la búsqueda de culpables. Y es que algunas derrotas, especialmente las más estruendosas, animan a disparar indiscriminadamente mientras se buscan culpables.

Mientras Chávez ha demostrado no dar el nivel esperado en los grandes combates -al menos ante Sergio Martínez dio la talla en el último asalto-, Canelo brilló. Ni los más optimistas esperaban semejante desfile militar. Fuerte, rápido, omnipresente, se movió bien en las distancias y gestionó los asaltos a su antojo. Las diferencias de tamaño fueron inocuas. No tuvo rival. Y esa es precisamente la mayor traba a su victoria, lo que le resta valor a su logro.

Es un gran profesional y el mejor boxeador mexicano de la actualidad, pero aquellos críticos que le recriminan ser un protegido de las promotoras y tener una carrera confeccionada a medida, han sumado una importante prueba a sus acusaciones. Chávez, a cuya carrera esta pelea brindaba un importante impulso, fue el rival elegido por su excelente relación beneficio/riesgo. Mermado con el peso pactado, esta operación ha resultado todo un acierto para los intereses de Canelo.

Quién diría que el desastre de Chávez no estaba más que calculado dada la forma en que se anunció el siguiente reto de Álvarez. Con gran algarabía, luces, vídeos y la presencia de Golovkin, se anunció nada más terminar la pelea que septiembre es el mes elegido para que el kazajo y el mexicano se vean las caras por fin. Un combate tan esperado como obligado y que puede ser el enfrentamiento más importante de 2017.

Pero en el mes de mayo, Chávez ha quedado tocado y perdido en su futuro más inmediato ¿En qué división se debe centrar de una vez por todas? Mientras, Canelo luce fuerte de cara a su gran prueba, la que lo legitime como campeón y dote de mayor credibilidad su historia. Cualidades no le faltan y, visto el despliegue ofrecido, el momento para afrontar a GGG no puede ser mejor. No cabe duda que se trata de una de las carreras mejor llevadas del boxeo.


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